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martes, 6 de julio de 2010

Tal como lo ve Bill No. 102

El Hablar que Sana


Cuando consultamos con un amigo A.A., no debemos vacilar en recordarle
nuestra necesidad de una completa confidencialidad. Normalmente, la
comunicación entre nosotros es tan fácil y abierta que un consejero
A.A. puede olvidar que en ciertas ocasiones esperamos que guarde lo
dicho en secreto. No se debe violar nunca el santo refugio protector
de ésta, la más curativa de todas las relaciones humanas.


Estas comunicaciones confidenciales tienen ventajas inapreciables. Nos
deparan la oportunidad perfecta de ser tan sinceros como podamos. No
tenemos que considerar la posibilidad de causarles perjuicios a otra
gente, ni temer que nos ridiculicen o nos condenen. Nos ofrecen además
la mejor oportunidad de reconocer el autoengaño.
GRAPEVINE, Agosto de 1961

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