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viernes, 10 de enero de 2014

Las "reglas" son peligrosas pero la unidad es vital


Septiembre de 1945
(Extracto del Libro -El Lenguaje del Corazón- de A.A., compilación de los escritos de Bill W. para la revista Grapevine)

Tiene Alcohólicos Anónimos una política de relaciones públicas? ¿Es adecuada para responder a nuestras necesidades actuales y futuras?
Aunque nunca se ha formulado definitivamente ni se ha expresado detallada y precisamente, sin duda tenemos formada en parte una política de relaciones públicas. Como todo lo que hay en AA, ha venido desarrollándose por un proceso de pruebas y tanteos. Nadie la inventó. Nadie ha sentado un conjunto de reglas que la abarque, y espero que nadie lo haga jamás. Lo espero porque, para nosotros, las reglas y los reglamentos parecen ser de poco valor. Muy rara vez nos dan buenos resultados.
Si procediéramos por reglas, tendría que haber alguien que las elaborara y, aun más difícil, alguien que las hiciera cumplir. A menudo se ha tratado de elaborar reglas. Por lo general, los proyectos acaban en controversias entre los propuestos legisladores en cuanto a cuáles reglas debieran establecerse. Y a la hora de imponer algún edicto - bueno, ya sabes lo que pasa. Cuando intentamos hacer cumplir alguna regla o reglamento, por muy razonable que pueda ser, casi siempre caemos en desgracia y vemos desaparecer nuestra autoridad. Se oye gritar a la gente: "Abajo los dictadores, que los lleven al paredón." Heridos y asombrados, los comités directivos y los "líderes", uno tras otro, hacen el descubrimiento de que en nuestros asuntos la autoridad humana, por equitativa y benigna que sea, rara vez funciona bien o durante mucho tiempo. Los alcohólicos (no importa lo desarrapados que parezcan) son los más acérrimos individualistas, auténticos anarquistas de corazón.
Nadie, por supuesto, sostiene que este rasgo nuestro sea una esplendorosa virtud. Durante sus primeros años en AA, todo miembro conoce el impulso de rebelarse contra la autoridad. Yo sé que lo sentía, y no diría que lo haya superado. Además, he pasado por mi época de legislador, de regulador del comportamiento de los demás. Yo también he pasado noches desvelado, cuidando de mi ego "herido," preguntándome cómo podrían ser tan poco razonables, tan desconsiderados conmigo, aquellos cuyas vidas yo estaba tratando de dirigir. Ahora, al recordar esas experiencias, las puedo mirar con gran regocijo. Y también con gratitud. Me enseñaron que la cualidad que me impulsaba a gobernar a otras personas era ese mismo egocentrismo que a ellas les incitaba a rebelarse.
Se puede oír gritar a un lector no-AA: "Eso parece muy poco prometedor para el futuro de esta gente. Sin organización, ni reglas, ni autoridad. Es una anarquía; es dinamita; es 'atómico' y va a explotar. Menudas relaciones públicas. Si no hay autoridad, ¿cómo pueden tener una política de relaciones públicas? Este es exactamente el mismo defecto que hace cien años llevó a la ruina a los alcohólicos Washingtonianos. Fueron creciendo como hongos hasta llegar a los cien mil miembros, y luego se derrumbaron. No había ni política ni autoridad efectivas. Se peleaban entre ellos, y así finalmente el público los veía con los ojos amoratados. ¿No son estos AA el mismo tipo de borrachos, el mismo tipo de anarquistas? ¿Cómo pueden esperar tener éxito en lo que fracasaron los Washingtonianos?"
Estas son buenas preguntas. ¿Tenemos las respuestas? Aunque nunca debemos estar muy seguros, hay motivo para esperar que las tenemos; parece que en AA hay en juego unas fuerzas que no parecían estar en evidencia entre nuestros compañeros alcohólicos de los años cuarenta del siglo pasado.
Para empezar, nuestro programa de AA está enfocado en lo espiritual. La mayoría de nosotros hemos encontrado la suficiente humildad para creer y confiar en Dios. Hemos encontrado esa humildad enfrentándonos con la realidad de que el alcoholismo es una enfermedad mortal ante la que individualmente somos impotentes. Por el contrario, los Washingtonianos consideraban que beber no era sino otra mala costumbre muy arraigada de la que uno se podría quitar por fuerza de voluntad, expresada en forma de promesas solemnes, y reforzada por la ayuda mutua prestada por una sociedad comprensiva de ex borrachos. Aparentemente, tenían en poca consideración el cambio de personalidad, y en ninguna consideración la conversión espiritual.
La ayuda mutua y las promesas solemnes les sirvieron de mucho, pero no eran suficientes; sus egos individuales se desmandaban en todo asunto menos el del alcohol. Fuerzas egoístas sin ninguna verdadera humildad, con poca conciencia de que, para el alcohólico, el castigo por un exceso de obstinación es la muerte; sin ningún poder superior a quien servir, esas fuerzas acabaron por destruir a los Washingtonianos.
Por consiguiente, los AA, cuando miramos hacia el futuro, siempre tenemos que preguntarnos si el espíritu que ahora nos une en nuestra causa común siempre será más fuerte que aquellos deseos y ambiciones personales que tienden a desunirnos. Mientras las fuerzas positivas sean superiores, no podemos fracasar. Afortunadamente, hasta la fecha, los vínculos que nos unen han sido mucho más fuertes que los impulsos que nos podrían desgarrar. Aunque el miembro individual de AA no está sujeto a ninguna coacción humana, aunque tiene una casi perfecta libertad personal, hemos logrado, no obstante, una unidad magnífica en cuanto a lo esencial.
Por ejemplo, nadie se ve forzado a tragar los Doce Pasos de nuestro programa de AA. Ninguna autoridad humana los hace cumplir. No obstante, nos unen y unidos los seguimos, porque la verdad que contienen nos ha salvado la vida, y nos ha abierto una puerta hacia un nuevo mundo. Nuestra experiencia nos enseña que estas verdades universales producen resultados. La anarquía del individuo se rinde ante esta evidencia. El individuo logra su sobriedad y después, poco a poco, llega a estar totalmente de acuerdo con nuestros sencillos principios básicos.
Estas verdades acaban por gobernar su vida y él acaba por vivir bajo su autoridad, la autoridad más poderosa que se conozca, la autoridad de su propio y pleno consentimiento voluntario. El no está gobernado por la gente, sino por los principios, por las verdades y, como diría la mayoría de nosotros, por Dios.
Puede que algunos nos hagan la pregunta, "¿Qué tiene que ver todo esto con una política de relaciones públicas de AA?" Un AA veterano les contestaría, "Mucho." Aunque la experiencia nos indica que en AA no se puede crear ni enunciar ninguna política fijada con todo detalle, ni mucho menos imponerla eficazmente por ninguna autoridad humana, nos vemos enfrentados con el problema de desarrollar una política de relaciones públicas y de conseguir que se sostenga por la única autoridad que conocemos - la del entendimiento común y del consentimiento general, si no universal. Cuando logremos este consentimiento, podremos estar seguros de nosotros mismos. Los AA de todas partes llevarán a efecto espontáneamente esta política, como algo que cae por su propio peso. Pero primero tenemos que poner bien en claro ciertos principios básicos. Y estos principios tienen que haberse probado en el crisol de nuestra experiencia.
Por lo tanto, en futuros artículos me voy a poner a trazar la evolución de nuestras relaciones públicas desde el día en que llegamos a la vista del público. Así tendremos resumido lo que nuestra experiencia ya nos ha enseñado. De esa forma, todo miembro de AA puede tener un conocimiento básico y suficientemente amplio para pensar en este asunto de altísima importancia - un asunto referente al cual no podemos cometer graves errores; referente al cual, a lo largo de los años, no podemos permitirnos proceder de manera equivocada.
No obstante, debemos tener en mente una reserva: hay que recordar que una política no es como una verdad inmutable. Una política es algo que puede ajustarse para responder al cambio de circunstancias, aun cuando las verdades básicas que le sirven de fundamento no han cambiado en absoluto. Por ejemplo, en cuanto a sus verdades fundamentales, nuestra política puede basarse en nuestros Doce Pasos y, no obstante, permanecer razonablemente flexible en lo concerniente a los medios o métodos específicos de su aplicación.
Por lo tanto, tengo una ardiente esperanza de que miles de AA se pongan a pensar asiduamente en estas cuestiones de política que van cobrando cada vez más importancia para nosotros. La verdadera respuesta tiene que ser el fruto de nuestras discusiones, nuestras diferencias de opinión, nuestras experiencias cotidianas, y nuestro consentimiento general.

Como miembro que lleva largo tiempo en la Comunidad, puedo presentarles los hechos y contribuir al análisis de lo que ha ocurrido hasta la fecha. Tal vez, incluso puedo hacer algunas sugerencias de valor para el futuro. Pero no más que esto. Todos nosotros - y no yo solo - determinaremos si vamos a tener a fin de cuentas una política de relaciones públicas clara y viable.